martes, 7 de julio de 2015

Un último arrepentimiento



“Así, frente a la muerte hay dos actitudes: una, hacia adelante, que la concibe como creación; otra, de regreso, que se expresa como fascinación ante la nada o como nostalgia del limbo [...] la muerte como nostalgia y no como fruto o fin de la vida, equivale a afirmar que no venimos de la vida, sino de la muerte. Lo antiguo y original, la entraña materna, es la huesa y no la matriz. Esta aseveración corre el riesgo de parecer una vana paradoja o la reiteración de un viejo lugar común: todos somos polvo y vamos al polvo”. 

Laberinto de la soledad, p. 67 y 68 – Octavio Paz. 

Octavio Paz afirmaba en su obra “Laberinto de la soledad” que el mexicano entre muchas otras cosas, se distingue por ser indiferente ante un fenómeno tan natural pero a la vez tan temido como es la muerte. Parte de ello decía, era producto de su indiferencia con la vida, y es que en nuestro inconsciente colectivo tanto la muerte como la vida, son dos cosas inseparables, por lo que si una pierde el significado real, en consecuencia la segunda también carece de la trascendencia con la que otras personas la califican. Aunado a ello, el premio Nobel de Literatura sentenciaba: “la muerte es el espejo de la vida de los mexicanos”. 

Y es que si lo miramos desde esa perspectiva, podríamos asegurar que es cierto. Nuestra muerte o el momento en que nos acercamos a ella, es un evento durante el cual todos aquellos sucesos que nos marcaron, aquellos recuerdos y experiencias que forjamos, pareciesen pasar frente a nosotros, como si se tratase de un último suspiro, de una micro visión que nos permitiese mirar en retrospectiva y asegurarnos de que la vida que tuvimos fue acorde a la muerte que sobrevendrá. Nuestro vivir, es en ese caso, un enfoque de cómo habremos de morir. 

El 24 de mayo de 1928, la ciudad de México veía nacer a quien sería por un lado, uno de sus más grandes y prolíficos hijos, pero también uno de los personajes más polémicos durante el gobierno del partido hegemónico que ostentaba el poder incluso desde antes de que él naciera. 

David Zabludovsky y Raquel Kravesi fueron sus padres, quienes dos años antes habían emigrado de Polonia a México, asentándose en la Colonia Doctores para tiempo después mudarse al barrio de la Merced. 

Jacobo Zabludovsky se inicio en el periodismo a la edad de 18 años, para que en 1946 fungiera como asistente de redactor en Radio Continental y un año más tarde, ingresaría a la XEM AM como subjefe de servicios informativos. En lo que se refiere a la escritura y a la redacción, fue colaborador de medios impresos tales como Ovaciones, Novedades y El Universal. 

Respecto a su formación académica y profesional, Jacobo se graduó como abogado en la Facultad de Jurisprudencia (que más adelante pasaría a ser de Derecho) y que formaba parte de las carreras que se impartían en la Universidad Nacional Autónoma de México, siendo el 21 de julio de 1967 la fecha de tal evento. 

En cuanto al lado personal, se unió en matrimonio con Sarah Nerubay Lierberman, una joven de origen judío-ruso y que era hija de un comerciante de la Ciudad de México, con quien concibió a tres hijos: Abraham, Jorge y Diana. 

En septiembre de 1970 y gracias a la experiencia que había conseguido obtener, Zabludovsky saltó a la pantalla chica para formar parte de Televisa e iniciar una nueva etapa en la que conduciría el noticiero llamado “24 horas”, el cual permanecería en transmisión por un lapso de casi tres décadas sin interrupciones, llegando éste a su fin el 19 de enero de 1998, tras la muerte de Emilio Azcárraga Milmo y el arribo de su hijo Emilio Azcárraga Jean, quien se encargaría de sustituir a su padre en la presidencia de la televisora que había creado; optando por renovar al personal que la componía, entre quienes se encontraba el propio Zabludovsky. 

Finalmente y tras la dimisión del noticiero por parte del periodista Guillermo Ortega Ruiz, Zabludovsky renunció en el año 2000 a los servicios de la televisora con la cual trabajo durante un largo tiempo de su vida, agregando como una de las principales causas de su ruptura laboral el saber que su hijo Abraham no fue nombrado como el titular del informativo nocturno; el cual quedaría en voz e imagen de Joaquín López-Dóriga. 

No obstante, el trabajo de Zabludovsky fue uno de los más prodigiosos en lo que respecta al periodismo, debido a las múltiples entrevistas que realizó, a las coberturas de distintos hechos y fenómenos sociales e históricos que se suscitaron a lo largo de su vida. 

Desde la entrevista que le realizó a Ernesto el Che Guevara el 1º de enero de 1959, fecha en la que Fidel Castro entró a La Habana, siendo el único reportero de nuestro país que estuvo presente en aquel acontecimiento. Sumado a este primer hecho se encuentran también el seguimiento al asesinato de John F. Kennedy en 1963 y cinco años más tarde, el asesinato de Robert F. Kennedy. Asimismo cubrió desde Londres el funeral de Winston Churchill en 1965. Para el año de 1969 narró la llegada de Neil Armstrong, el primer hombre que piso y dejo su huella en la superficie lunar. 

Ya en la década de los 70’s transmitió todo lo sucedido desde Munich, cuando un grupo de terroristas que pertenecían a la organización con dichos fines llamada “Septiembre Negro”, se introdujo en la villa olímpica en la que residía la delegación representante de Israel; asesinando posteriormente a once atletas de ese país.

De igual manera, transmitió la información acerca del escándalo conocido como el “Watergate”, durante el cual se dieron a conocer grabaciones en las que el Presidente de Estados Unidos, Richard M. Nixon había intervenido al partido demócrata, lo que posteriormente le costaría la renuncia a dicho cargo, siendo hasta el día de hoy el único mandatario en abandonar ese puesto. 

Finalmente y durante los años 80’s, Zabludovsky cubrió dos eventos importantes. Uno de ellos y quizá el que evidenció directamente fue el 19 de septiembre de 1985, cuando un terremoto de 8.5 grados en la escala de Richter sacudió a la ciudad de México provocando la muerte de al menos diez mil personas. Jacobo dio cuenta de todo lo sucedido mientras se transportaba en su automóvil por las calles devastadas de la ciudad e informando por medio de un teléfono que estaba conectado al vehículo. 

En tanto, cuatro años más tarde y justo cuando comenzaba el noticiero que conducía, aparecieron en pantalla las imágenes de lo que sucedía al otro lado del Atlántico, cuando el famoso Muro de Berlín era derrumbado, lo cual sería la pauta para dejar atrás lo sucedido en la Segunda Guerra Mundial y asimismo dar por finalizada la Guerra Fría. 

Sin embargo, lo que pudiera parecer una trayectoria inigualable también se vio marcada por dos situaciones que trajeron como consecuencia que la imagen de Zabludovsky fuera relacionada como un ejemplo del servilismo del sistema político que en ese entonces dirigía los destinos de este país. 

La primera de ellas, se derivo después de una de las matanzas colectivas más grandes de las que se tenga memoria en México. La noche del 2 de octubre de 1968, Zabludovsky inició su noticiero con la normalidad con la que lo hacía y expresó una de las frases más controvertidas de su carrera: “hoy fue un día soleado”; con lo que no solo negaba sino que además ocultaba lo que estaba ocurriendo en Tlatelolco, cuando miles de estudiantes se habían reunido para manifestar su desacuerdo con las políticas educativas, de seguridad y de represión que el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz ejecutaba; lo que no sería retomado por otros medios como la radio y la prensa, en los que se alegaba que el movimiento había sido sofocado debido a que aquellos jóvenes se encontraban armados y tenían como deseo echar abajo los Juegos Olímpicos que estaban a días de iniciar y que tendrían como sede inaugural a la Ciudad de México. 

Se refiere en comentarios y escritos, que al día siguiente el presidente Díaz Ordaz reclamó a Jacobo Zabludovsky el hecho de que durante la transmisión de su noticiero, éste último usase una corbata negra que fue interpretada por el mandatario, como un símbolo de luto por los hechos acontecidos. Por tal motivo, Zabludovsky afirmó que el uso de ese accesorio en dicha tonalidad no era dirigido a lo ocurrido, sino que formaba parte de su vestir desde hace muchos años. 

Aunado a ello, durante el tiempo en que el noticiero estuvo al aire, jamás se ofreció un espacio para aquellos personajes que formaban parte de la oposición al gobierno que se mantenía en turno en el poder. Tales situaciones trajeron como resultado que, el periodista que se suponía tenía que informar sobre la realidad social que vivía el país, fuera retratado como un personaje que servía a la censura periodística a la que estaba acostumbrada el gobierno, siendo señalado como vocero oficial no solo de Díaz Ordaz, sino también de otros presidentes como lo fueron Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo, Miguel De la Madrid Hurtado e incluso el propio Carlos Salinas de Gortari. 

En segundo lugar, durante los setentas surgieron otras figuras sobresalientes dentro del periodismo mexicano, quienes se avocaban a dar seguimiento a los diversos sucesos que eran ocultados por las autoridades dentro de los diferentes niveles de gobierno, emitiendo con su labor las versiones reales de tales eventos. Entre dichos personajes se encontraban Carlos Monsiváis, Miguel Ángel Granados Chapa, Vicente Leñero y el recientemente fallecido, Julio Scherer. 

Este último, era el dirigente principal de El Excélsior, medio informativo por el cual se seguía una línea crítica respecto al gobierno de Luis Echeverría; por lo que en una estrategia para acallar dicha voz y la de sus colaboradores, el mandatario formó un grupo de cooperativistas y convocó a una asamblea para, en primer lugar anunciar que Julio Scherer sería removido del puesto dentro de ese diario y en segundo término, establecer de una vez por todas al que sería el nuevo director general del referido periódico. 

Justo esa noche los periodistas nombrados anteriormente fueron expulsados de las instalaciones, mientras en su noticiero Zabludovsky daba a conocer que el cambio que se había llevado a cabo en el personal de El Excélsior se debía a una asamblea que se realizó conforme a lo establecido en la normatividad de la empresa y agregó, que además se habían hallado armas en las oficinas de Julio Scherer las cuales tenían como origen directo, a un grupo de guerrilleros nicaragüenses con los que supuestamente el ya removido director general, tenía relación. 

Dos vidas unidas por un común denominador: el periodismo. Dos vidas antagónicas; Zabludovsky silencioso, instrumento gubernamental de aquel entonces, fiel al servilismo del poder institucionalizado. Scherer, vocero de la realidad social y política del país, sirviente de la verdad, personaje crítico y objetivo, sin tapujos... y no obstante, ambos referentes de la comunicación en nuestro país. 

Scherer partió primero. Zabludovsky le alcanzó apenas hace unos días; pero de aquella imagen con la que hemos relacionado a Jacobo muchos se acuerdan mientras otros más ignoran el sentido que le dio a su vida una vez que abandonó la empresa que le dio sus mejores años. 

Octavio Paz expresaba en la obra que ya hemos citado al inicio de este escrito, que la historia es la única alternativa que tenemos para explicar el origen de nuestros fantasmas pero, advierte el mismo autor; solamente podremos esclarecer esa parte y no más. No obstante, siguiendo en las palabras del Premio Nobel de Literatura, el deber de enfrentarse a ellos corresponde únicamente a cada uno de nosotros. Es así que la historia solamente es la herramienta que nos ayudará a entender los rasgos que revisten nuestro carácter y que de alguna forma, nos permitirá reconocerlos, aislarlos y finalmente denunciarlos. Y por último señala dicho escritor: “somos los únicos que podemos contestar a las preguntas que nos hacen la realidad y nuestro propio ser”. 

Quizá Zabludovsky tras su salida en el año 2000 de la televisora que le dio sus mejores años pero asimismo le proporcionó la imagen que hemos descrito anteriormente; reconoció que era el momento oportuno para dar vuelta a la página, para escribir un nuevo capítulo de su vida sin importar la brevedad del mismo pero enfilándose a un solo objetivo: un último arrepentimiento antes del último suspiro. 

Jacobo Zabludovsky entonces comenzó a escribir algunos libros y se enroló al trabajo radiofónico, desde donde se levantó de la oscuridad en la que por décadas había dejado que entrara a su mente y a sus palabras, a su instrumento más poderoso para comunicarse, a su voz y a sus ideas; con el objetivo de dejar atrás todo aquello que lo había atado y en consecuencia, renovar tanto su interior como su exterior como si se tratase de un ave fénix que se ha levantado de las cenizas para renacer con mucha más fuerza, ímpetu y dedicación a la labor que él mismo había enaltecido hacía mucho tiempo. 

Llegaron oportunidades de trabajo para él, como colaborador en la cadena llamada ESPN para que hablase de algo que hasta ese momento desconocía: el deporte. Tuvo el privilegio de laborar junto a dos de los miles de pupilos que aprendieron de su vida, como lo fueron Heriberto Murrieta y Fernando Schwartz para cubrir eventos como los Juegos Olímpicos de Londres en 2012, cita en la cual daba a conocer por medio de sus comentarios los secretos de la historia, de la cultura y del estilo de vida que se llevaban a cabo en aquella ciudad. 

Asimismo, participó con dicha cadena en el Mundial de Brasil en 2014, donde junto con Heriberto Murrieta creaban capsulas para entender al país sudamericano más allá de su relación con el fútbol. 

Finalmente y como si se tratase de una jugada del destino, Jacobo colaboró por tercera ocasión con ESPN para que junto a Heriberto Murrieta, dieran a conocer toda la información relacionada con un evento que al igual que en la época en la que Zabludovsky conducía su antiguo noticiero y mostraba las imágenes de la caída del Muro de Berlín, acontecimiento que ponía fin a la existencia de la Unión Soviética y de paso a la Guerra Fría; hicieran lo mismo en La Habana con un partido de fútbol entre la selección de Cuba y el NY Cosmos, evento que marcaba simbólicamente la pauta para el reinicio de relaciones diplomáticas, políticas, económicas y sociales entre dos países que permanecieron en discordia durante más de 50 años debido al bloqueo que Estados Unidos decidió levantar en contra del país caribeño. 

Y desde aquel lugar, Zabludovsky enviaba un mensaje a todos aquellos compañeros que habían colaborado con él durante sus años en el noticiero que lo vio formarse, teniendo como esencia no la de un reconocimiento, sino la de una despedida que unas semanas más adelante sucedería. 

Jacobo Zabludovsky, hombre excepcional pero al mismo tiempo polémico, amante de los toros y del tango de Carlos Gardel; figuraba como aquel niño que lee libros de historia y tiene siempre un comentario para cada evento que suceda a su alrededor, como si dentro de su cabeza hubiera un poderoso conector de ideas que le permitía relacionar un evento con cientos de experiencias que él había vivido o que simplemente había leído en algún lugar. 

Su muerte bien podría ser la pauta para cuestionar la labor periodística de hoy en día, para reconocer el trabajo que los encargados de emitir la información, realizan cotidianamente y aún a pesar de los peligros a los que se enfrentan. Quizá la imagen de Jacobo siempre esté relacionada con su silencio ante muchos de los eventos que lastimosamente dieron forma al carácter de los mexicanos; pero al final también se requiere de personajes de dicha naturaleza para que otros periodistas puedan tomar las riendas que a él le fue imposible sujetar respecto a dar a conocer la verdad, para indagar en los más recóndito del sistema e impartir información puntual, verídica y acorde a la realidad existente en nuestro país. 

Jacobo no olvidó su historia, al contrario hizo de ella el arma para luchar de poco en poco con lo que él mismo había edificado años atrás; se enfrentó a sus fantasmas y dio respuesta a algunas de las interrogantes que su realidad y su ser le exigían... sin embargo, la vida no le alcanzó para completar esa gran batalla; pero eso sí, se entregó a su labor hasta el último de sus días y tal como él lo reconocía, tenía fuerzas para disfrutar de la acción que se derivaba de su trabajo. 

“Me dicen: ¿porqué no te retiras? O ¿Cuándo te vas a retirar? Yo digo: pues si no soy torero. Los toreros se retiran porque no pueden brincar la barrera a cierta edad, pero yo no brinco barreras y todavía estoy en plena acción, disfrutando mi trabajo más que nunca”. 

2015, Scherer y Zabludovsky se han ido. La responsabilidad de ambos queda en el aire, la palabra espera ser tomada por quien desee llevar la verdad, quien desee transmitir la realidad en todos los sentidos y hacer de esa labor, no un medio para lograr el éxito o alcanzar la fama; sino tal y como lo decía Albert Einstein: “aquellos que tienen el privilegio de saber, tienen la obligación de actuar”. 

Hasta pronto Jacobo. 



martes, 28 de abril de 2015

Nuestro monumento a la vergüenza



“Es evidente que no hay que tener pena de la muerte. Innumerables y justificadas han sido nuestras quejas para permitirnos ahora caer en sentimientos de piedad que en ningún momento del pasado ella tuvo la delicadeza de manifestarnos, pese a saber mejor que nadie cuánto nos contraría la obstinación con que siempre, costara lo que costara, hace su voluntad. Pero no obstante, al menos durante un breve momento, lo que tenemos delante de los ojos se asemeja a la estatua de desolación que a la figura siniestra que, según dejaron dicho algunos moribundos de vista penetrante, se presenta a los pies de nuestras camas en la hora final para hacernos una señal semejante a la de enviar las cartas, pero al contrario, es decir, la señal no dice ve allá, dice ven aquí. Por algún extraño fenómeno óptico, real o virtual, la muerte parece ahora más pequeña, como si la osamenta le hubiese encogido, o quizá siempre fue así y son nuestros ojos, de acuerdo con nuestros miedos, los que hacen de ella una gigante. Pobrecita de la muerte. Nos dan ganas de ponerle la mano en su duro hombro, diciéndole al oído, o mejor, en el sitio donde lo tenía, debajo del parietal, algunas palabras de simpatía, No se enfade, señora muerte, son cosas que suceden, nosotros los seres humanos, tenemos gran experiencia en desánimos, fiascos y frustraciones, y mire que ni eso nos hace cruzarnos de brazos, acuérdese de los tiempos antiguos cuando nos arrebataba sin dolor ni piedad en la flor de la juventud, piense en este tiempo de ahora en que, con idéntica dureza de corazón, le sigue haciendo lo mismo a la gente que más carece de lo que es necesario para la vida, es probable que le hayamos ayudado a ver quién se cansaba primero, si usted o nosotros, comprendo su pena, la primera derrota es la que más duele, después nos habituamos, en cualquier caso no se irrite si le digo que ojala no sea la última, y no es por espíritu de venganza, que sería pobre venganza, algo así como sacarle la lengua al verdugo que nos va a cortar la cabeza, a decir verdad, nosotros, los humanos, no podemos hacer mucho más que sacarle la lengua al verdugo que nos va a cortar la cabeza, será por eso que siente una enorme curiosidad por saber cómo va a salir del lío en que está metida, con esa historia de la carta que va y viene y de ese violonchelista que no podrá morir a los cuarenta y nueve porque ya ha cumplido los cincuenta. La muerte hizo un gesto de impaciencia, se sacudió bruscamente del hombro la mano fraternal con que la consolábamos y se levantó de la silla. Ahora parecía más alta, con más cuerpo, una señora muerte como debe ser, capaz de hacer temblar el suelo debajo de sus pies, con la mortaja arrastrando y levantando humo a cada paso. La muerte está enfadada. Es el momento de sacarle la lengua”. 

Las Intermitencias de la Muerte – José Saramago, pp. 171 y 172

La palabra “monumento” se deriva del latín “monumentum”; el cual originalmente significaba “memorial”, lo que tiempo después pasó a convertirse en “recordar”. En Estados Unidos, el Servicio de Parques Nacionales define un monumento como aquel edificio o punto de referencia, ya sea natural o artificial, que tiene una significación histórica o una distinción científica. Asimismo, dicha palabra también se refiere a un objeto que sirve para honrar a una persona o recordar un suceso histórico. 

Y es que a lo largo del devenir de la humanidad, cientos de esculturas y monumentos se han erigido, gracias a los esfuerzos de hombres que por medio de diferentes herramientas y materiales, dando múltiples formas y diseños; y atribuyendo a los mismos una infinidad de razones, apuntando a que ciertos sucesos trascendentales queden en la memoria de la colectividad para siempre. 

Haría falta un espacio muy grande para enumerar cada uno de esos monumentos, pero entre los más conocidos podemos nombrar a la Estatua de la Libertad, el Ángel de la Independencia, el Arco del Triunfo, el Cristo Redentor, la Torre Eiffel, el Coliseo Romano, el Taj Mahal, la Gran Muralla China, las pirámides de Giza, las esculturas Toltecas, la Acrópolis de Atenas, el Monte Rushmore, la Catedral de Notre Dame; en fin, entre muchos otros que agregaríamos a una lista interminable. 

Sin embargo, como bien lo hemos comentado, esos monumentos han servido como máquinas del tiempo, que nos sirven para recordar las diferentes épocas de la humanidad y tener una idea de los acontecimientos que marcaron a la misma. Pero, también debemos saber una cosa: así como existen monumentos, también existen “anti monumentos”. 

Pero, ¿qué diferencia hay entre uno y otro? Debemos partir de que ambos son obras que el ser humano ha realizado para dar cuenta de acontecimientos históricos, sin embargo, la diferencia radica en la legitimación ideológica que guarda cada uno de ellos. Es decir, mientras el monumento tiene como finalidad celebrar un momento trascendental en la historia, el anti monumento se encarga de evidenciar todo lo posible respecto a un hecho (conocido pero algunas veces omitido) que puede condenar al olvido a los sucesos o personajes que pretenden recordar. 

De esta forma, artistas, diseñadores, arquitectos o bien personas comunes, se han dado a la tarea de invertir dicha legitimación ideológica que muchas veces se ha pretendido imponer, para que ciertos eventos no pasen al olvido, sino que se mantengan en el inconsciente colectivo. 

Así podemos mencionar una lista también de algunos de los anti monumentos más famosos: el Muro de Berlín, el Monumento contra el fascismo, el Muro que divide Cisjordania, la frontera entre México y Estados Unidos, el Cementerio de Auschwitz y quizá el más reciente; el anti monumento por los 43 en paseo de la Reforma. 

La sociedad se encuentra inmersa en tiempos electorales que son acompañados y en muchos de los casos oscurecidos por la sombra de la muerte que sigue rondando de norte a sur por nuestro país. La violencia cual animal furioso, se desata día con día en entidades como Tamaulipas, Chihuahua, Sinaloa, Morelos, Guerrero, Estado de México y muchos otros. La autoridad se ha lanzado a una guerra en contra de los poderosos cárteles de la droga, asestando golpes importantes a la organización pero sin poder causa un daño real a la estructura financiera y armamentística de los mismos. 

En tanto eso pasa, los partidos políticos también se han volcado en una batalla por lograr atraer más adeptos a sus filas. Cientos de millones de pesos gastados en campañas que ridiculizan a los candidatos opositores, optando por sacar “sus trapitos al sol” en lugar de establecer propuestas respecto a políticas públicas que de verdad favorezcan a los ciudadanos y no a unos cuantos. 

Ante tal situación, la ciudadanía se encuentra en medio del conflicto, sin saber qué hacer o a donde ir. La autoridad y los criminales tienen sus respectivas trincheras desde las cuales se atacan unos contra los otros; y en el centro nos encontramos nosotros; carentes de una visión sobre qué bando apoyar.

No obstante, parece que hemos olvidado algo. Nosotros también tenemos un papel importante dentro de esa guerra. Quizá el más trascendental pero que sin embargo; hemos abandonado. Y no porque haya sido parte de nuestro deseo, sino porque no contamos con la capacidad de levantar la voz y poner un alto. 

Nos hemos encogido y hemos pasado de ser protagonistas a lo largo de la historia, para convertirnos en un papel secundario o en el doble o extra de la película, aquel que sufre los golpes, las heridas y los choques que los “actores” que gobiernan no pueden aguantar y de los cuales no quieren ensuciarse; hasta el punto de morir sin que nos recuerden o mencionen en los créditos de la historia que acontece en nuestra cotidianeidad. 

Y así, con la velocidad con que pasa el tiempo, también se han ido 7 meses de lucha, de resistencia civil y de un grito unisonó que debido al conflicto que hemos descrito líneas arriba, pareciese opacarse y como le ocurrió a muchos otros movimiento; quedar rezagado y apartado del inconsciente colectivo y colocarse en la caja de verdades que nos duelen pero que deseamos ocultar. 

Y mientras eso pasa, los padres de aquellos 43 estudiantes normalistas han recorrido casi toda la República Mexicana y aunado a la desesperación que brota de las almas de un progenitor que no sabe, que no tiene información real y fehaciente que le indique si su prole se encuentra con vida o no; le ha dado por viajar a Estados Unidos y a otras partes del mundo para que su grito y su ruego sean escuchados por alguien que le proporcione un cobijo, un aliento de fe y de ánimo, un abrazo solidario, elementos que la sociedad a la cual pertenece, le ha negado y le está obligando a rendirse respecto a su lucha.

Ante la frívola realidad, el movimiento normalista ha optado por erigir un anti monumento; que sirva como la materialización del grito “¡Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos!”, originado tras la desaparición de los jóvenes que el 26 y 27 de septiembre del año pasado, se fueron sin dejar rastro alguno; con tal de exigir justicia para las victimas caídas en tales fechas y que asimismo sea un instrumento para contrarrestar el olvido que la sociedad parece establecer a ese acontecimiento de nuestra más reciente historia. 

Y es que al final de todo, obras de este tipo, son la manera más fácil de decirle a la humanidad que no se olvide de ciertos eventos que han ocurrido y de los cuales muchas veces parece que olvidamos o en otros casos, negamos como parte de nuestra historia. 

Estos lugares y estos anti monumentos son las cicatrices en la piel de la humanidad. Heridas que no se han cerrado, llagas por las que brota el dolor de los cientos de miles de personas que han muerto, que han caído o que han desaparecido como es el caso de estos jóvenes; lesiones y laceraciones que los regímenes que gobiernan o los grupos delincuenciales se han encargado de realizar y ante las cuales, en lugar de hacer un llamado general para cerrarlas y luchar para que no ocurran nuevamente, siguen abiertas como un símbolo de la vergüenza que a veces suele propagar y demostrar el ser humano con sus acciones. 

Estigmas que continúan latentes y que en tanto se solucionan, las victimas se han lanzado en marchas, manifestaciones y movimientos sociales para decirle a la humanidad que no olvide tales eventos; que a pesar de la crudeza que representan debido a que en el mayor de los casos son el resultado de la crueldad humana, deben continuar vivos en las mentes de nosotros como ciudadanos con el objetivo de dar cuenta de épocas poco felices y que se erigen en nuestros corazones como verdaderos monumentos a la vergüenza.

Porque finalmente, el objetivo de esos anti monumentos no es causar malestar en nuestra sociedad, sino por el contrario, son las herramientas perfectas para no olvidar lo malo que nuestros antecesores o que nosotros mismos llegamos a realizar en contra de nuestros símiles para que en el futuro puedan evitarse actos como los descritos anteriormente; para que en un tiempo no muy lejano no solo veamos humanos sino también observemos ese toque de humanidad que le hace falta a nuestras acciones. 

Mientras tanto, los monumentos a la vergüenza continuarán ahí; siendo velados por los ciudadanos que se han dado a la tarea de vigilarlos, de alzar la voz, de no callar y de continuar una lucha que no es solamente de unos cuantos, sino de todos juntos. 

No bajemos la guardia, ahora más que nunca...la muerte está enfadada. Es el momento de sacarle la lengua.

martes, 14 de abril de 2015

Déjà vu: de Ferguson, Madison y Charleston



“Pero, cien años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún tristemente lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra.”

– Martin Luther King;  discurso delante del monumento a Abraham Lincoln en Washington, DC, durante una histórica manifestación de más de 200,000 en pro de los derechos civiles para los negros en los EE.UU. 28 de agosto de 1963.


Múltiples han sido los discursos frente a diversos auditorios, que a lo largo de décadas se han convertido en testigos de la magnificencia, de la elocuencia, de la retórica y de un profundo sentir por parte de sus emisores, quienes ante la búsqueda de la igualdad y la justicia han proclamado por medio de sus palabras el anhelo, el deseo y el sueño de que los derechos humanos sean protegidos y respetados, sin importar la clase, el género, la nacionalidad o el color de piel de las personas.

Mahatma Gandhi, Nelson Mandela, John F. Kennedy, Martin Luther King, entre muchos otros, han sido algunos de los personajes más significativos respecto a la lucha por conseguir mejorar los derechos civiles de las personas, fomentando el respeto y la protección de las prerrogativas fundamentales que por el hecho de ser humanos, cada uno de ellos tiene. 

No obstante, a pesar de haber logrado grandes avances en proporción de los objetivos con los que iniciaron sus respectivos movimientos, pareciese que hoy en día la violencia se encuentra más latente y es mucho más real en todo el mundo. 

Basta con el sólo hecho de encender la televisión, de leer el periódico o de conectarse en alguna de las variadas redes sociales que existen; para ser testigos de la realidad que acontece en nuestras localidades, en nuestros estados, en nuestro país o bien en otras partes del mundo. 

“1963 no es un final, sino un principio”; así recitaba Luther King en aquella ocasión cuando frente a una multitud cansada por la segregación y la violencia racial, el activista que encabezaba una lucha pacifista declaraba en lo que más adelante sería conocido como uno de sus más famosos discursos, el cual fue denominado: “Tengo un sueño”. 

Sin embargo, aquel sueño de Luther King parece seguir latente en las vidas ya no solamente de los diversos grupos raciales que componen a los Estados Unidos de América, sino de cada uno sus habitantes.

Lejos de haber ganado una batalla social, la lucha por la segregación y violencia racial respecto de las minorías en EE.UU, sigue teniendo asuntos pendientes hoy en día; puesto que los acontecimientos recientes solamente han arrojado más pruebas de que el malestar por las injusticias sociales y los abusos por parte de las autoridades hacia los grupos vulnerables en aquel país, continua latente a 52 años de aquel mítico discurso proclamado en nombre de la libertad, la igualdad y la justicia. 

Tras lo ocurrido en Ferguson el 9 de agosto del año pasado, cuando Michael Brown, un estudiante de raza negra fue abatido a tiros por el oficial de policía Darren Wilson; como si se tratase de un “déjà vu”, recientemente han ocurrido hechos similares primero, en Madison, Wisconsin; cuando un joven negro de 19 años murió por la noche tras ser baleado tras un altercado con el policía, y el caso de Walter Scott, un afro estadounidense de 50 años y padre de cuatro hijos quien fue muerto a tiros en un parque de Charleston, Carolina del Sur, luego de haber sido el blanco de los disparos provenientes del arma de otro oficial de policía. 

Tales situaciones reflejan que aquel sueño que promulgaba Luther King, aún continua sin materializarse y sin hacerse posible por completo. Y es que, a pesar de que se consiguieron grandes avances en la lucha por los derechos civiles de las personas de color y de otras minorías, hoy en día la realidad parece indicar que todo va en retroceso. 



Cinco décadas después de aquellos movimientos pacifistas que buscaban la igualdad y el respeto, así como el fin de la violencia generada por la segregación racial, ha sido el propio presidente de los Estados Unidos de Norteamérica (quien además es el primero de raza afroamericana en ocupar tal cargo) quien recorrió hace unos meses uno de los lugares dentro de los cuales Luther King encabezo una marcha sobre el puente Pettus, el cual se ubica en Selma, Alabama; con lo cual conmemoró los triunfos logrados por aquel personaje al que tantas veces ha citado y ha dado las gracias, pues como lo expresa el mandatario; fue uno de los que hicieron posible su llegada a la presidencia.

Aunado a dicha conmemoración, el presidente Barack Obama expresó que en muchas ocasiones se comete el error de sugerir que el racismo no existe, que ha terminado, que el trabajo impulsado por figuras como el reverendo Luther King y muchos otros defensores de los derechos civiles y humanos de las minorías en Estados Unidos, se han completado y que sin embargo, todavía hoy en día permanecen tensiones originadas como consecuencia de que muchas personas utilizan la raza para su provecho. 

Queda claro que el movimiento que se realizó durante los años 60, implicaba la búsqueda de una igualdad civil, en donde se exigía el derecho para votar, lo que suponía el principal obstáculo respecto a la participación dentro de la democracia, así como también eliminar las leyes que resultaban discriminatorias y mediante ellos abrir la puerta a las personas de raza negra para ingresar en el terreno de la política. 

Sin embargo, ante los hechos que han ocurrido en los años y meses recientes en el país del norte, queda claro una cosa: las violaciones a derechos humanos, el irrespeto por el color de piel, por las creencias religiosas y por el origen étnico de las personas que en él habitan, así como los diferentes medios de discriminación; continúan latentes en la actualidad y se presentan constantemente, sin que nada ni nadie pueda poner un alto. 

Basta solamente con abrir los ojos a la realidad que se presenta en Estados Unidos, puesto que son más y más los hechos que demuestran la grave situación que atraviesa la población afroamericana frente a los abusos de la autoridad; y que a pesar de las marchas y manifestaciones que se han realizado para exigir un alto a la violencia racial, el problema central continua creciendo y suscitándose más a menudo y con mayor frecuencia. 

Para un país con una población que se compone de diferentes razas y creencias, y que ha sido ello el pilar por el que se ha sostenido durante su historia misma; es claro que la lucha que Martin Luther King inició sigue y seguirá vigente. 

Y tal como lo dijo el presidente Obama: “si de verdad queremos honrar aquel día, regresemos a Washington con el compromiso de restaurar la ley”... todo en pro de la libertad y de la igualdad, de la justicia y del respeto hacia los derechos civiles y humanos tanto de las personas de color, como del resto de seres humanos que integran a este país tan rico y basto en razas. 

Sólo así, el sueño podrá ser realizado.