"Si me ejecutan, por favor
diles a todos mis paisanos, a mi México entero que me disculpen por haberles
fallado".
Édgar Tamayo, es un mexicano
nacido en Miacatlán, Morelos; el 22 de julio de 1967. Actualmente tiene 46 años
de edad, no pasa de 1.75 m de estatura, es de tez blanca (en su mayoría debido
a un padecimiento conocido como Vitíligo), así como de una “discapacidad mental
leve” que le fue certificada por un psicólogo y que trae consigo desde su adolescencia,
tras un accidente en un rodeo.
Le sobreviven sus padres Héctor
Tamayo Pedroza e Isabel Arias Corona de 70 y 66 años, respectivamente; así como
sus dos hijas Mariana y Wendy.
Él como muchos
otros pertenece a un grupo de personas que han sido sentenciadas a la
pena capital en Estados Unidos.
Fue condenado por el asesinato en
1994 de un agente de la policía en Houston, Texas; durante el traslado a la
cárcel pues había sido detenido por asalto a un centro nocturno. Ya esposado,
dio tres tiros en la cabeza al agente Guy P. Gaddys, por lo que fue declarado
culpable y más tarde sentenciado a la inyección letal en ese estado.
Dentro del Código Penal de Texas,
“asesinar a un agente del orden público o a un bombero que actúe en el
ejercicio legítimo de su labor oficial, sabiendo que es un policía o bombero”,
constituye la primera de las ocho agravantes para imponer la pena capital.
Este miércoles, Tamayo será
ejecutado a pesar de las protestas debido a que no contó con asesoría consular,
lo que viola el debido proceso; a pesar de que varias organizaciones civiles,
el gobierno federal y el de Morelos, han apelado al fallo del Caso Avena para
impedir la ejecución de Édgar.
El Caso Avena consiste en un
fallo que estableció la Corte Internacional de Justicia, ordenando a Estados
Unidos revisar las sentencias de por lo menos 50 mexicanos, quienes en alguna
parte de su proceso no contaron con la asistencia de su embajada o consulado,
además de otras irregularidades.
El secretario de Estado John
Kerry, pidió a las autoridades de Texas postergar la sentencia de muerte para
revisar el expediente; sin embargo, el único facultado para suspender la
ejecución es el Gobernador de Texas, Rick Perry. De lo contrario, el destino de
Édgar concluirá mañana por la tarde.
Un milagro, sólo eso queda. Sus padres
han dicho que él está tranquilo y resignado a lo que pase.
Édgar alguna vez tuvo un sueño,
como todas las personas. El suyo consistía en entrar al Colegio Militar, hizo
el intento, sin embargo no lo consiguió. Años más tarde cruzo la frontera
ilegalmente, y a la edad de 18 años comenzó a trabajar como jornalero en
California; para luego mudarse a Austin en 1993.
Entonces, me preguntó yo ¿En qué
falló Édgar?
Como cualquier otro individuo,
como cualquier otro ser humano Édgar buscó salir adelante. Tuvo un sueño, lo
idealizó y trató de concretarlo, pero no lo logró. Y aún así, no se estanco. Busco
continuar y al no conseguir nada, no tuvo más remedio que tomar una decisión. No
cualquier decisión, sino una que te penetra hasta el último rincón de tu alma y
que aunque conoces las consecuencias de dicho acto, no hay de otra que tomar
esa ruta hacia el norte del territorio nacional y hallar la manera de
sobrevivir en un país que no es el tuyo.
Jornaleros, jardineros, trabajadores
en la construcción, mantenimiento de industrias, manufactureras, servicios de
comida, trabajo del hogar, etc., todo ello con una baja remuneración, pero de
cualquier modo buscan una fuente de trabajo que no pudieron hallar en su país
de origen.
Ahora bien, su caso no radica en
la culpabilidad o inocencia. Va más allá. Con la sentencia que carga, se está lacerando
no a una persona cualquiera, no a un número más en las estadísticas; se está
vulnerando a un ser humano que si se equivocó o no, tuvo el derecho que tiene
cualquier otro de contar con la asistencia legal adecuada para solucionar su
situación jurídica.
Y entonces…viene a mí esa idea,
ese pensamiento que al igual que Édgar, me resigna.
¿Cómo pedir que se respeten los
derechos de un compatriota mío, sentenciado a muerte en otra nación; sí en la
mía no se respetan los mismos derechos con los que cuenta Édgar, de las personas
que están dentro de alguno de los tantos centros de reclusión que operan en
nuestro país?
¿Cómo exigir algo en lo cual acá
también estamos fallando?
Males como la corrupción, la
impunidad, hacinamiento, la inexistente separación de presos inocentes y
culpables, el tráfico de drogas, la continua complicidad de autoridades con
delincuentes, la comisión de delitos desde el interior de estos lugares y una
docena de obstáculos que encierran más a las personas ahí recluidas.
Se ha hecho algo, se ha comenzado
a mover un poco el aparato estatal y con ello se han alcanzado algunos triunfos;
pero la tarea es enorme y aún falta mucho.
Se habla continuamente de
Derechos Humanos; pero ¿cómo explicarle a Édgar que su caso es tan sólo un
fragmento más de todo la problemática que carga nuestro país con el tema de los
derechos del ser humano?
¿Cómo explicarle a Édgar que en
el transcurso de su reclusión, se encarceló a gente por mucho tiempo debido a
que pagaron con un billete falso sin siquiera saberlo, debido a que denunciaron
la corrupción que había en sus comunidades o que regresaban del trabajo pero
los agentes de la policía creyeron que se parecía al sujeto que buscaban y se
lo llevaron sin dar explicación alguna, y así muchos otros casos más…cómo
explicarle eso a Édgar?
No tengo que señalar a culpables,
porque eso nos llevaría a una tarea y a un análisis más profundo; pero si
quiero fijar la atención en el problema y en buscar soluciones basadas en la
razón y sustentadas en el respeto a la dignidad y a los derechos humanos.
Porque si algo he aprendí en
clase de Derechos Humanos, es que cuando vulneras a una persona no estás
vulnerando solamente a un individuo, sino a todos, pues pertenecemos a un mismo
grupo, seamos de cualquier raza, todos somos al final seres humanos.
Nos queda mucho por hacer. Este
trabajo no es de uno, al contrario es de todos. Solamente con la unión de toda
la sociedad, se puede conseguir dicho logro. Es una labor ardua y constante,
pero de algún modo se tiene que llevar a cabo.