Al estar buscando un link en
internet que me llevará hacia un artículo o hacia un sitio en donde pudiese
saber cómo es el mundo desde la perspectiva de un niño, me crucé con un video
que una persona había subido a la red y en el cual adjuntaba el siguiente comentario:
“Me gustaría que este mensaje se difundiera por todo el mundo, para que ojalá
los adultos entendiéramos el valor que tienen los niños en este mundo”.
Al principio creí que era un
video que ya había visto, sin embargo noté una diferencia en el.
Esa diferencia
radicaba en que el archivo estaba conformado por una canción de uno de los
personajes más icónicos del cine mexicano: Mario Moreno “Cantinflas”.
Y así, al transcurrir la música
recordé muchos de aquellos momentos que marcaron nuestra infancia, los cuales
al final serán los que nos definirá en nuestro crecimiento como adultos y como
personas. Ahora que los años ya han ido pasando a través de mí, veo en los
niños con los que de vez en cuando me topó; esa ilusión en sus ojos cuando te
miran dominar el balón o hacer alguna otra cosa, que refleja un cierto grado de
admiración, pero que sin embargo, ellos lo olvidan pues no quieren ser adultos
todavía...ellos quieren seguir siendo lo que son; niños.
Al mismo tiempo que escribo esto
y sin dejar de reproducir la canción que mencioné al inicio; una cuestión viene
a mi mente, es una pregunta que quizá muchos se han hecho, pero que no hemos
logrado valorar y entender la magnitud de dicho planteamiento.
El niño que alguna vez fuiste,
¿estaría orgulloso del adulto que eres? Vaya que es una bomba de reflexión y
retroalimentación que no se contesta tajantemente con un sí o bien, con un no.
Pero mientras encontramos la
respuesta de esa interrogante; quisiera contarles de unos niños que esta semana
me han llamado la atención y que seguramente a ustedes también.
La Franja de Gaza y una parte de
la costa occidental del río Jordán, fueron los territorios que debían formar
parte del estado árabe palestino, según el Plan de la Organización de las
Naciones Unidas para la partición de Palestina durante el año de 1947. En el
transcurso del año siguiente, el primer territorio fue ocupado por Egipto,
mientras que la costa del Jordán, incluyendo Jerusalén fue ocupado por
Transjordania, es decir lo que actualmente se conoce como Jordania, por lo cual
se adquirió la denominación de Cisjordania.
De la misma forma, en el año de
1967, la Franja de Gaza y Cisjordania fueron ocupadas por Israel durante la
denominada “Guerra de los Seis Días”, que se prolongó del 5 al 11 de junio de
ese año, y en la cual Israel destruyó los ejércitos que se habían estacionado a
lo largo de sus fronteras y que amenazaban sus centros vitales, a partir de lo
cual se comenzaron a realizar asentamientos hebreos en ambos territorios, acto
que la propia ONU no reconoce y que considera además, contravenciones al
derecho internacional.
En 1994, tras varias
negociaciones de paz fue creada la Autoridad Nacional Palestina, cuyo fin era
regular el ejercicio del dominio sobre la Franja de Gaza y de una parte de Cisjordania.
Sin embargo, en el 2005, Israel abandonó dicho territorio, evacuando a sus
ciudadanos y militares, aunque de alguna forma sique ocupando un vasto
porcentaje de Cisjordania.
Fue entonces que surgió el grupo
Islamista denominado Hamás, el cual desde su creación se ha enfrentado al
Estado de Israel, por medio de métodos terroristas, a través de los que se
niega a reconocer los acuerdos pactados ente palestinos e israelíes, quedando
en suspenso las negociaciones.
La escalada de pánico y tensión que
se ha desatado en aquella zona de oriente desde que inició el problema, ha
arrebatado decenas de miles de vidas; sin embargo en las recientes semanas ha
cobrado mayor relevancia dicho tema debido a que en redes sociales circulan
fotografías e incluso videos, de los momentos en que misiles y morteros azotan
a ambos bandos en conflicto, dejando ya una cifra de más de 220 muertos y más
de mil 600 heridos, de los cuales muchos de ellos son niños y niñas que han
sido víctimas de una disputa que parece no tener fin y de la cual pocos Estados
han logrado intervenir apropiadamente.
No obstante, no es necesario que
nos traslademos hasta Medio Oriente para hacer conciencia del problema real que
enfrentan nuestros niños y niñas. Es hora de volver a nuestra realidad social.
Su nombre es Mauricio; es
originario de Honduras y tiene 17 años. Es una edad que se figura como la
antesala para convertirte en un adulto, aunque todavía careces del conocimiento
real que la vida requiere para ser tomada por rienda propia. Sin embargo, para
un chico como Mauricio, eso parece ser diferente ya que al leer su declaratoria
te das cuenta que es totalmente diversa a la descripción mencionada.
“Hay chicos que no sobreviven más de cinco años porque se mueren de
hambre. Sus padres no pueden trabajar porque no hay trabajo. Sólo dennos una
oportunidad. Háganos mejores de lo que somos para que podamos ser algo mejor de
lo que somos hoy en día”.
¿Vaya frase para un chico de esa
edad no? Mauricio pertenece a un grupo de menores que en las últimas semanas ha
tomado por sorpresa no sólo a organizaciones civiles y en defensa de los
derechos humanos, sino también al propio Estado mexicano y al conjunto de
autoridades que lo conforman. Él como muchos otros, es un migrante y su relato
es tan sólo una parte de las muchísimas entrevistas que fueron realizadas por
la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados para
los Estados Unidos y el Caribe; con las cuales se pretende esclarecer las
principales razones por las cuales cientos de niños y niñas cruzan territorio
mexicano, provenientes de nuestro país así como de Honduras, Guatemala y El
Salvador.
Más de 57 mil niños originarios
de Centroamérica han ingresado a Estados Unidos sin autorización y por ende sin
compañía de un adulto, hecho que ha derivado en el crecimiento acelerado de la
población que radica en los albergues e instalaciones de la Patrulla Fronteriza
y que ha despertado las alarmas en los organismos protectores de la niñez, ante
la problemática que representa dicho fenómeno, así como por el repudio que
algunos grupos anti migrantes han expresado en su contra.
Niños y niñas que se embarcan en
un peligroso viaje como este con el objetivo de huir de la violencia desatada
en sus lugares de origen, que han sido separados de sus familiares o bien que
sus padres cruzaron nuestro país para conseguir mejores oportunidades de vida,
con tal de lograr el “sueño americano”, por lo cual ahora los pequeños buscan
alcanzar el mismo destino de sus progenitores.
Casi hemos terminado. Sin embargo
aún falta un tercer caso que esta semana hizo estallar las cosas en nuestro
país.
Las denuncias de varios padres de
familia ante autoridades policiales de nuestro país, fue el medio por el cual
se descubrió esta semana una red de abusos y explotación sexual que se cometían
en contra de niños y jóvenes en una casa de acogida denominada “La Gran
Familia”, de la cuál Rosa Verduzco Verduzco era la encargada de llevar la
dirección y quien junto a otras personas, administraba.
Muchas personas, incluidas el
periodista León Krauze les ha sido difícil creer las acusaciones en contra de
Verduzco, quien había sido descrita por muchos como “una mujer sola, que ha
recogido, adoptado y educado para una vida digna y productiva a varios miles de
niños abandonados. Su obra es, ante todo, un prodigio de caridad".
Sin embargo engañaba a todos y
los únicos que conocían sus verdaderas intenciones fueron los cientos de niños
explotados que han sacado a la luz sus historias, en las cuales el sufrimiento
es un signo característico y repetitivo.
Ante tal situación, autoridades
de la Procuraduría General de la República intervinieron en el albergue
logrando liberar a 600 personas, entre ellas 432 menores de edad y seis bebés;
quienes se encontraban en condiciones insalubres y lamentables, siendo
obligados a vivir entre ratas y pulgas, y explotados tanto laboralmente pues se
les exigía pedir limosna en las calles, como sexualmente según relatan muchos
de ellos.
Tres situaciones que nos han
hecho reflexionar bastante. Importa poco si han sucedido al otro lado del mundo
o en lugar más recóndito del planeta; el dolor y el sufrimiento, son elementos
repugnantes en la vida de los menores que han sido víctimas de conflictos entre
naciones, que se han lanzado en un éxodo repleto de peligros, donde la muerte
los espera ya sea en las vías del tren que los transporta hacia su destino o en
manos de grupos de delincuencia organizada, que los secuestran para explotarlos
o enrolarlos en sus filas; y otros más que con tal de encontrar un lugar para
dormir y comer, se han internado en centros que carecen de regulación y en los
que han hallado más problemas de los que tenían cuando vivían en las calles.
Hace un mes más o menos, leía un
artículo publicado por Luciano Concheiro San Vicente, en el cual relataba a
manera de anécdota su visita a un museo en el que se exponía una serie de
retratos, los cuales conformaban la Galería intitulada “Boys de Annie Kevans”. Luciano
comentaba que le confortaba ver todos los rostros de esos pequeños, pues más
allá de que tenían rasgos totalmente diferentes, se podía ver en ellos la
inocencia y la alegría que todo niño posee a esa edad.
Al final de su relato, Concheiro
San Vicente se muestra estupefacto al descubrir que los retratos de aquellos
niños, tenían nombres y apellidos. Dicha galería estaba compuesta por los
personajes más funestos de la historia reciente, niños que al principio lo habían llevado a pensar en su infancia pero que al final, le habían provocado
saber que eran los autores de la muerte de millones de seres humanos.
Así, entre muchos otros nombres
aparecían el de Saddam Hussein (Irak), Mao Zedong (China), Kim Il Sung (Corea
del Norte), Jorge Rafael Videla (Argentina), Radovan Karadžić (Serbia), Alfredo
Stroessner (Paraguay), Efraín Ríos Montt (Guatemala), Francisco Franco
(España), Hendrik Verwoerd (Sudáfrica), Benito Mussolini (Italia), Joseph
Stalin (Unión Soviética) y Adolf Hitler (Alemania), entre muchos otros.
El autor del artículo termina
diciendo que la responsabilidad de los actos de aquellos personajes no se exime
por nada; pero que al ver los retratos una vez más vale la pena ponernos a pensar
acerca de las acciones que estamos llevando a cabo, y cuál es su impacto en las
vidas de nuestros niños y niñas, con el fin de prevenir y evitar a toda costa
que alguno de ellos termine siendo un Stroessner, un Hussein, un Mussolini, un
Milošević o un Hitler.
Parafraseando al autor y
recordando la interrogante que establecí al principio de esta opinión; relanzaría
un planteamiento más acorde al tema que hemos tratado: ¿qué clase de sociedad
debemos tener para que nuestros niños y niñas no se conviertan en uno de los
tantos retratos con los cuales Kevans compone su galería?
El Fondo de las
Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) establece que las violaciones a los
derechos de niños y niñas ocurren en todos los países y que representan
barreras enormes, no reconocidas y en muchas ocasiones, no denunciadas para la
supervivencia y desarrollo de los menores, además de constituir violaciones
reales de los derechos humanos.
Nuestros niños ven
la vida de maneras especiales y sorprendentes. Cada niño es un ser diferente e
independiente, con opciones únicas y puntos de vista muy particulares. Al ver
el mundo desde la perspectiva de uno de los tantos pequeños que hemos
mencionado, nos podría ayudar a comprender y dar una respuesta tangible a
nuestras interrogantes, para saber qué es lo que realmente requieren y
necesitan. Ellos pueden enseñarnos más de lo que imaginamos.
En momentos tan difíciles
como los que hemos visto en los medios de información, es que nuestra tarea se
vuelve indispensable para tratar de formar sociedades en las que los menores de
edad puedan conseguir los medios necesarios que les permitan sobrevivir y que
les servirán como herramientas para su inevitable crecimiento. Depende de
nosotros, de toda la masa social convertir a nuestros niños en los adultos que
alguna vez deseamos ser.
Diría el gran
comediante Cantinflas en su canción…”cuando
todos los niños sonrían y en sus caras no exista el dolor, será nuestra más
grande alegría…cuando todos los niños del mundo sonrían de felicidad, podré ya
sentirme tranquilo del destino de la humanidad…ojala que la gente lo entienda,
y vamos a unirnos en una sola voz, aún es tiempo de vivir…pos claro que aún es
tiempo, de que ustedes comprendan que los deseos de un niño hay que cumplirlos,
a un niño no se le engaña jamás, siempre, los niños porque pos yo no sé, para
qué crecimos nosotros, para que nos desenrollamos, empezar a sufrir, no, el
niño debe de ser niño y nosotros tenemos que ver que algún día todos los niños
empuñen un olivo en vez de un fusil; será mi más grande deseo de vivir, un
motivo para no morir.”
Y recordando las
palabras de Mauricio; está en nosotros darles una oportunidad, proporcionarles
lo necesario para que algún día sean algo mejor de lo que son hoy en día.