martes, 7 de julio de 2015

Un último arrepentimiento



“Así, frente a la muerte hay dos actitudes: una, hacia adelante, que la concibe como creación; otra, de regreso, que se expresa como fascinación ante la nada o como nostalgia del limbo [...] la muerte como nostalgia y no como fruto o fin de la vida, equivale a afirmar que no venimos de la vida, sino de la muerte. Lo antiguo y original, la entraña materna, es la huesa y no la matriz. Esta aseveración corre el riesgo de parecer una vana paradoja o la reiteración de un viejo lugar común: todos somos polvo y vamos al polvo”. 

Laberinto de la soledad, p. 67 y 68 – Octavio Paz. 

Octavio Paz afirmaba en su obra “Laberinto de la soledad” que el mexicano entre muchas otras cosas, se distingue por ser indiferente ante un fenómeno tan natural pero a la vez tan temido como es la muerte. Parte de ello decía, era producto de su indiferencia con la vida, y es que en nuestro inconsciente colectivo tanto la muerte como la vida, son dos cosas inseparables, por lo que si una pierde el significado real, en consecuencia la segunda también carece de la trascendencia con la que otras personas la califican. Aunado a ello, el premio Nobel de Literatura sentenciaba: “la muerte es el espejo de la vida de los mexicanos”. 

Y es que si lo miramos desde esa perspectiva, podríamos asegurar que es cierto. Nuestra muerte o el momento en que nos acercamos a ella, es un evento durante el cual todos aquellos sucesos que nos marcaron, aquellos recuerdos y experiencias que forjamos, pareciesen pasar frente a nosotros, como si se tratase de un último suspiro, de una micro visión que nos permitiese mirar en retrospectiva y asegurarnos de que la vida que tuvimos fue acorde a la muerte que sobrevendrá. Nuestro vivir, es en ese caso, un enfoque de cómo habremos de morir. 

El 24 de mayo de 1928, la ciudad de México veía nacer a quien sería por un lado, uno de sus más grandes y prolíficos hijos, pero también uno de los personajes más polémicos durante el gobierno del partido hegemónico que ostentaba el poder incluso desde antes de que él naciera. 

David Zabludovsky y Raquel Kravesi fueron sus padres, quienes dos años antes habían emigrado de Polonia a México, asentándose en la Colonia Doctores para tiempo después mudarse al barrio de la Merced. 

Jacobo Zabludovsky se inicio en el periodismo a la edad de 18 años, para que en 1946 fungiera como asistente de redactor en Radio Continental y un año más tarde, ingresaría a la XEM AM como subjefe de servicios informativos. En lo que se refiere a la escritura y a la redacción, fue colaborador de medios impresos tales como Ovaciones, Novedades y El Universal. 

Respecto a su formación académica y profesional, Jacobo se graduó como abogado en la Facultad de Jurisprudencia (que más adelante pasaría a ser de Derecho) y que formaba parte de las carreras que se impartían en la Universidad Nacional Autónoma de México, siendo el 21 de julio de 1967 la fecha de tal evento. 

En cuanto al lado personal, se unió en matrimonio con Sarah Nerubay Lierberman, una joven de origen judío-ruso y que era hija de un comerciante de la Ciudad de México, con quien concibió a tres hijos: Abraham, Jorge y Diana. 

En septiembre de 1970 y gracias a la experiencia que había conseguido obtener, Zabludovsky saltó a la pantalla chica para formar parte de Televisa e iniciar una nueva etapa en la que conduciría el noticiero llamado “24 horas”, el cual permanecería en transmisión por un lapso de casi tres décadas sin interrupciones, llegando éste a su fin el 19 de enero de 1998, tras la muerte de Emilio Azcárraga Milmo y el arribo de su hijo Emilio Azcárraga Jean, quien se encargaría de sustituir a su padre en la presidencia de la televisora que había creado; optando por renovar al personal que la componía, entre quienes se encontraba el propio Zabludovsky. 

Finalmente y tras la dimisión del noticiero por parte del periodista Guillermo Ortega Ruiz, Zabludovsky renunció en el año 2000 a los servicios de la televisora con la cual trabajo durante un largo tiempo de su vida, agregando como una de las principales causas de su ruptura laboral el saber que su hijo Abraham no fue nombrado como el titular del informativo nocturno; el cual quedaría en voz e imagen de Joaquín López-Dóriga. 

No obstante, el trabajo de Zabludovsky fue uno de los más prodigiosos en lo que respecta al periodismo, debido a las múltiples entrevistas que realizó, a las coberturas de distintos hechos y fenómenos sociales e históricos que se suscitaron a lo largo de su vida. 

Desde la entrevista que le realizó a Ernesto el Che Guevara el 1º de enero de 1959, fecha en la que Fidel Castro entró a La Habana, siendo el único reportero de nuestro país que estuvo presente en aquel acontecimiento. Sumado a este primer hecho se encuentran también el seguimiento al asesinato de John F. Kennedy en 1963 y cinco años más tarde, el asesinato de Robert F. Kennedy. Asimismo cubrió desde Londres el funeral de Winston Churchill en 1965. Para el año de 1969 narró la llegada de Neil Armstrong, el primer hombre que piso y dejo su huella en la superficie lunar. 

Ya en la década de los 70’s transmitió todo lo sucedido desde Munich, cuando un grupo de terroristas que pertenecían a la organización con dichos fines llamada “Septiembre Negro”, se introdujo en la villa olímpica en la que residía la delegación representante de Israel; asesinando posteriormente a once atletas de ese país.

De igual manera, transmitió la información acerca del escándalo conocido como el “Watergate”, durante el cual se dieron a conocer grabaciones en las que el Presidente de Estados Unidos, Richard M. Nixon había intervenido al partido demócrata, lo que posteriormente le costaría la renuncia a dicho cargo, siendo hasta el día de hoy el único mandatario en abandonar ese puesto. 

Finalmente y durante los años 80’s, Zabludovsky cubrió dos eventos importantes. Uno de ellos y quizá el que evidenció directamente fue el 19 de septiembre de 1985, cuando un terremoto de 8.5 grados en la escala de Richter sacudió a la ciudad de México provocando la muerte de al menos diez mil personas. Jacobo dio cuenta de todo lo sucedido mientras se transportaba en su automóvil por las calles devastadas de la ciudad e informando por medio de un teléfono que estaba conectado al vehículo. 

En tanto, cuatro años más tarde y justo cuando comenzaba el noticiero que conducía, aparecieron en pantalla las imágenes de lo que sucedía al otro lado del Atlántico, cuando el famoso Muro de Berlín era derrumbado, lo cual sería la pauta para dejar atrás lo sucedido en la Segunda Guerra Mundial y asimismo dar por finalizada la Guerra Fría. 

Sin embargo, lo que pudiera parecer una trayectoria inigualable también se vio marcada por dos situaciones que trajeron como consecuencia que la imagen de Zabludovsky fuera relacionada como un ejemplo del servilismo del sistema político que en ese entonces dirigía los destinos de este país. 

La primera de ellas, se derivo después de una de las matanzas colectivas más grandes de las que se tenga memoria en México. La noche del 2 de octubre de 1968, Zabludovsky inició su noticiero con la normalidad con la que lo hacía y expresó una de las frases más controvertidas de su carrera: “hoy fue un día soleado”; con lo que no solo negaba sino que además ocultaba lo que estaba ocurriendo en Tlatelolco, cuando miles de estudiantes se habían reunido para manifestar su desacuerdo con las políticas educativas, de seguridad y de represión que el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz ejecutaba; lo que no sería retomado por otros medios como la radio y la prensa, en los que se alegaba que el movimiento había sido sofocado debido a que aquellos jóvenes se encontraban armados y tenían como deseo echar abajo los Juegos Olímpicos que estaban a días de iniciar y que tendrían como sede inaugural a la Ciudad de México. 

Se refiere en comentarios y escritos, que al día siguiente el presidente Díaz Ordaz reclamó a Jacobo Zabludovsky el hecho de que durante la transmisión de su noticiero, éste último usase una corbata negra que fue interpretada por el mandatario, como un símbolo de luto por los hechos acontecidos. Por tal motivo, Zabludovsky afirmó que el uso de ese accesorio en dicha tonalidad no era dirigido a lo ocurrido, sino que formaba parte de su vestir desde hace muchos años. 

Aunado a ello, durante el tiempo en que el noticiero estuvo al aire, jamás se ofreció un espacio para aquellos personajes que formaban parte de la oposición al gobierno que se mantenía en turno en el poder. Tales situaciones trajeron como resultado que, el periodista que se suponía tenía que informar sobre la realidad social que vivía el país, fuera retratado como un personaje que servía a la censura periodística a la que estaba acostumbrada el gobierno, siendo señalado como vocero oficial no solo de Díaz Ordaz, sino también de otros presidentes como lo fueron Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo, Miguel De la Madrid Hurtado e incluso el propio Carlos Salinas de Gortari. 

En segundo lugar, durante los setentas surgieron otras figuras sobresalientes dentro del periodismo mexicano, quienes se avocaban a dar seguimiento a los diversos sucesos que eran ocultados por las autoridades dentro de los diferentes niveles de gobierno, emitiendo con su labor las versiones reales de tales eventos. Entre dichos personajes se encontraban Carlos Monsiváis, Miguel Ángel Granados Chapa, Vicente Leñero y el recientemente fallecido, Julio Scherer. 

Este último, era el dirigente principal de El Excélsior, medio informativo por el cual se seguía una línea crítica respecto al gobierno de Luis Echeverría; por lo que en una estrategia para acallar dicha voz y la de sus colaboradores, el mandatario formó un grupo de cooperativistas y convocó a una asamblea para, en primer lugar anunciar que Julio Scherer sería removido del puesto dentro de ese diario y en segundo término, establecer de una vez por todas al que sería el nuevo director general del referido periódico. 

Justo esa noche los periodistas nombrados anteriormente fueron expulsados de las instalaciones, mientras en su noticiero Zabludovsky daba a conocer que el cambio que se había llevado a cabo en el personal de El Excélsior se debía a una asamblea que se realizó conforme a lo establecido en la normatividad de la empresa y agregó, que además se habían hallado armas en las oficinas de Julio Scherer las cuales tenían como origen directo, a un grupo de guerrilleros nicaragüenses con los que supuestamente el ya removido director general, tenía relación. 

Dos vidas unidas por un común denominador: el periodismo. Dos vidas antagónicas; Zabludovsky silencioso, instrumento gubernamental de aquel entonces, fiel al servilismo del poder institucionalizado. Scherer, vocero de la realidad social y política del país, sirviente de la verdad, personaje crítico y objetivo, sin tapujos... y no obstante, ambos referentes de la comunicación en nuestro país. 

Scherer partió primero. Zabludovsky le alcanzó apenas hace unos días; pero de aquella imagen con la que hemos relacionado a Jacobo muchos se acuerdan mientras otros más ignoran el sentido que le dio a su vida una vez que abandonó la empresa que le dio sus mejores años. 

Octavio Paz expresaba en la obra que ya hemos citado al inicio de este escrito, que la historia es la única alternativa que tenemos para explicar el origen de nuestros fantasmas pero, advierte el mismo autor; solamente podremos esclarecer esa parte y no más. No obstante, siguiendo en las palabras del Premio Nobel de Literatura, el deber de enfrentarse a ellos corresponde únicamente a cada uno de nosotros. Es así que la historia solamente es la herramienta que nos ayudará a entender los rasgos que revisten nuestro carácter y que de alguna forma, nos permitirá reconocerlos, aislarlos y finalmente denunciarlos. Y por último señala dicho escritor: “somos los únicos que podemos contestar a las preguntas que nos hacen la realidad y nuestro propio ser”. 

Quizá Zabludovsky tras su salida en el año 2000 de la televisora que le dio sus mejores años pero asimismo le proporcionó la imagen que hemos descrito anteriormente; reconoció que era el momento oportuno para dar vuelta a la página, para escribir un nuevo capítulo de su vida sin importar la brevedad del mismo pero enfilándose a un solo objetivo: un último arrepentimiento antes del último suspiro. 

Jacobo Zabludovsky entonces comenzó a escribir algunos libros y se enroló al trabajo radiofónico, desde donde se levantó de la oscuridad en la que por décadas había dejado que entrara a su mente y a sus palabras, a su instrumento más poderoso para comunicarse, a su voz y a sus ideas; con el objetivo de dejar atrás todo aquello que lo había atado y en consecuencia, renovar tanto su interior como su exterior como si se tratase de un ave fénix que se ha levantado de las cenizas para renacer con mucha más fuerza, ímpetu y dedicación a la labor que él mismo había enaltecido hacía mucho tiempo. 

Llegaron oportunidades de trabajo para él, como colaborador en la cadena llamada ESPN para que hablase de algo que hasta ese momento desconocía: el deporte. Tuvo el privilegio de laborar junto a dos de los miles de pupilos que aprendieron de su vida, como lo fueron Heriberto Murrieta y Fernando Schwartz para cubrir eventos como los Juegos Olímpicos de Londres en 2012, cita en la cual daba a conocer por medio de sus comentarios los secretos de la historia, de la cultura y del estilo de vida que se llevaban a cabo en aquella ciudad. 

Asimismo, participó con dicha cadena en el Mundial de Brasil en 2014, donde junto con Heriberto Murrieta creaban capsulas para entender al país sudamericano más allá de su relación con el fútbol. 

Finalmente y como si se tratase de una jugada del destino, Jacobo colaboró por tercera ocasión con ESPN para que junto a Heriberto Murrieta, dieran a conocer toda la información relacionada con un evento que al igual que en la época en la que Zabludovsky conducía su antiguo noticiero y mostraba las imágenes de la caída del Muro de Berlín, acontecimiento que ponía fin a la existencia de la Unión Soviética y de paso a la Guerra Fría; hicieran lo mismo en La Habana con un partido de fútbol entre la selección de Cuba y el NY Cosmos, evento que marcaba simbólicamente la pauta para el reinicio de relaciones diplomáticas, políticas, económicas y sociales entre dos países que permanecieron en discordia durante más de 50 años debido al bloqueo que Estados Unidos decidió levantar en contra del país caribeño. 

Y desde aquel lugar, Zabludovsky enviaba un mensaje a todos aquellos compañeros que habían colaborado con él durante sus años en el noticiero que lo vio formarse, teniendo como esencia no la de un reconocimiento, sino la de una despedida que unas semanas más adelante sucedería. 

Jacobo Zabludovsky, hombre excepcional pero al mismo tiempo polémico, amante de los toros y del tango de Carlos Gardel; figuraba como aquel niño que lee libros de historia y tiene siempre un comentario para cada evento que suceda a su alrededor, como si dentro de su cabeza hubiera un poderoso conector de ideas que le permitía relacionar un evento con cientos de experiencias que él había vivido o que simplemente había leído en algún lugar. 

Su muerte bien podría ser la pauta para cuestionar la labor periodística de hoy en día, para reconocer el trabajo que los encargados de emitir la información, realizan cotidianamente y aún a pesar de los peligros a los que se enfrentan. Quizá la imagen de Jacobo siempre esté relacionada con su silencio ante muchos de los eventos que lastimosamente dieron forma al carácter de los mexicanos; pero al final también se requiere de personajes de dicha naturaleza para que otros periodistas puedan tomar las riendas que a él le fue imposible sujetar respecto a dar a conocer la verdad, para indagar en los más recóndito del sistema e impartir información puntual, verídica y acorde a la realidad existente en nuestro país. 

Jacobo no olvidó su historia, al contrario hizo de ella el arma para luchar de poco en poco con lo que él mismo había edificado años atrás; se enfrentó a sus fantasmas y dio respuesta a algunas de las interrogantes que su realidad y su ser le exigían... sin embargo, la vida no le alcanzó para completar esa gran batalla; pero eso sí, se entregó a su labor hasta el último de sus días y tal como él lo reconocía, tenía fuerzas para disfrutar de la acción que se derivaba de su trabajo. 

“Me dicen: ¿porqué no te retiras? O ¿Cuándo te vas a retirar? Yo digo: pues si no soy torero. Los toreros se retiran porque no pueden brincar la barrera a cierta edad, pero yo no brinco barreras y todavía estoy en plena acción, disfrutando mi trabajo más que nunca”. 

2015, Scherer y Zabludovsky se han ido. La responsabilidad de ambos queda en el aire, la palabra espera ser tomada por quien desee llevar la verdad, quien desee transmitir la realidad en todos los sentidos y hacer de esa labor, no un medio para lograr el éxito o alcanzar la fama; sino tal y como lo decía Albert Einstein: “aquellos que tienen el privilegio de saber, tienen la obligación de actuar”. 

Hasta pronto Jacobo.