“Así, frente a la
muerte hay dos actitudes: una, hacia adelante, que la concibe como creación;
otra, de regreso, que se expresa como fascinación ante la nada o como nostalgia
del limbo [...] la muerte como nostalgia y no como fruto o fin de la vida,
equivale a afirmar que no venimos de la vida, sino de la muerte. Lo antiguo y
original, la entraña materna, es la huesa y no la matriz. Esta aseveración
corre el riesgo de parecer una vana paradoja o la reiteración de un viejo lugar
común: todos somos polvo y vamos al polvo”.
Laberinto de la
soledad, p. 67 y 68 – Octavio Paz.
Octavio Paz afirmaba en su obra “Laberinto de la soledad”
que el mexicano entre muchas otras cosas, se distingue por ser indiferente ante
un fenómeno tan natural pero a la vez tan temido como es la muerte. Parte de
ello decía, era producto de su indiferencia con la vida, y es que en nuestro
inconsciente colectivo tanto la muerte como la vida, son dos cosas
inseparables, por lo que si una pierde el significado real, en consecuencia la
segunda también carece de la trascendencia con la que otras personas la
califican. Aunado a ello, el premio Nobel de Literatura sentenciaba: “la muerte
es el espejo de la vida de los mexicanos”.
Y es que si lo miramos desde esa perspectiva, podríamos
asegurar que es cierto. Nuestra muerte o el momento en que nos acercamos a
ella, es un evento durante el cual todos aquellos sucesos que nos marcaron,
aquellos recuerdos y experiencias que forjamos, pareciesen pasar frente a
nosotros, como si se tratase de un último suspiro, de una micro visión que nos
permitiese mirar en retrospectiva y asegurarnos de que la vida que tuvimos fue
acorde a la muerte que sobrevendrá. Nuestro vivir, es en ese caso, un enfoque
de cómo habremos de morir.
El 24 de mayo de 1928, la ciudad de México veía nacer a
quien sería por un lado, uno de sus más grandes y prolíficos hijos, pero
también uno de los personajes más polémicos durante el gobierno del partido
hegemónico que ostentaba el poder incluso desde antes de que él naciera.
David Zabludovsky y Raquel Kravesi fueron sus padres,
quienes dos años antes habían emigrado de Polonia a México, asentándose en la
Colonia Doctores para tiempo después mudarse al barrio de la Merced.
Jacobo Zabludovsky se inicio en el periodismo a la edad de
18 años, para que en 1946 fungiera como asistente de redactor en Radio
Continental y un año más tarde, ingresaría a la XEM AM como subjefe de
servicios informativos. En lo que se refiere a la escritura y a la redacción,
fue colaborador de medios impresos tales como Ovaciones, Novedades y El
Universal.
Respecto a su formación académica y profesional, Jacobo se
graduó como abogado en la Facultad de Jurisprudencia (que más adelante pasaría
a ser de Derecho) y que formaba parte de las carreras que se impartían en la
Universidad Nacional Autónoma de México, siendo el 21 de julio de 1967 la fecha
de tal evento.
En cuanto al lado personal, se unió en matrimonio con Sarah
Nerubay Lierberman, una joven de origen judío-ruso y que era hija de un
comerciante de la Ciudad de México, con quien concibió a tres hijos: Abraham,
Jorge y Diana.
En septiembre de 1970 y gracias a la experiencia que había
conseguido obtener, Zabludovsky saltó a la pantalla chica para formar parte de
Televisa e iniciar una nueva etapa en la que conduciría el noticiero llamado
“24 horas”, el cual permanecería en transmisión por un lapso de casi tres
décadas sin interrupciones, llegando éste a su fin el 19 de enero de 1998, tras
la muerte de Emilio Azcárraga Milmo y el arribo de su hijo Emilio Azcárraga
Jean, quien se encargaría de sustituir a su padre en la presidencia de la
televisora que había creado; optando por renovar al personal que la componía,
entre quienes se encontraba el propio Zabludovsky.
Finalmente y tras la dimisión del noticiero por parte del
periodista Guillermo Ortega Ruiz, Zabludovsky renunció en el año 2000 a los
servicios de la televisora con la cual trabajo durante un largo tiempo de su
vida, agregando como una de las principales causas de su ruptura laboral el
saber que su hijo Abraham no fue nombrado como el titular del informativo
nocturno; el cual quedaría en voz e imagen de Joaquín López-Dóriga.
No obstante, el trabajo de Zabludovsky fue uno de los más
prodigiosos en lo que respecta al periodismo, debido a las múltiples
entrevistas que realizó, a las coberturas de distintos hechos y fenómenos
sociales e históricos que se suscitaron a lo largo de su vida.
Desde la entrevista que le realizó a Ernesto el Che Guevara
el 1º de enero de 1959, fecha en la que Fidel Castro entró a La Habana, siendo
el único reportero de nuestro país que estuvo presente en aquel acontecimiento.
Sumado a este primer hecho se encuentran también el seguimiento al asesinato de
John F. Kennedy en 1963 y cinco años más tarde, el asesinato de Robert F.
Kennedy. Asimismo cubrió desde Londres el funeral de Winston Churchill en 1965.
Para el año de 1969 narró la llegada de Neil Armstrong, el primer hombre que
piso y dejo su huella en la superficie lunar.
Ya en la década de los 70’s transmitió todo lo sucedido
desde Munich, cuando un grupo de terroristas que pertenecían a la organización
con dichos fines llamada “Septiembre Negro”, se introdujo en la villa olímpica
en la que residía la delegación representante de Israel; asesinando
posteriormente a once atletas de ese país.
De igual manera, transmitió la información acerca del
escándalo conocido como el “Watergate”, durante el cual se dieron a conocer
grabaciones en las que el Presidente de Estados Unidos, Richard M. Nixon había
intervenido al partido demócrata, lo que posteriormente le costaría la renuncia
a dicho cargo, siendo hasta el día de hoy el único mandatario en abandonar ese
puesto.
Finalmente y durante los años 80’s, Zabludovsky cubrió dos
eventos importantes. Uno de ellos y quizá el que evidenció directamente fue el
19 de septiembre de 1985, cuando un terremoto de 8.5 grados en la escala de
Richter sacudió a la ciudad de México provocando la muerte de al menos diez mil
personas. Jacobo dio cuenta de todo lo sucedido mientras se transportaba en su
automóvil por las calles devastadas de la ciudad e informando por medio de un
teléfono que estaba conectado al vehículo.
En tanto, cuatro años más tarde y justo cuando comenzaba el
noticiero que conducía, aparecieron en pantalla las imágenes de lo que sucedía
al otro lado del Atlántico, cuando el famoso Muro de Berlín era derrumbado, lo
cual sería la pauta para dejar atrás lo sucedido en la Segunda Guerra Mundial y
asimismo dar por finalizada la Guerra Fría.
Sin embargo, lo que pudiera parecer una trayectoria
inigualable también se vio marcada por dos situaciones que trajeron como
consecuencia que la imagen de Zabludovsky fuera relacionada como un ejemplo del
servilismo del sistema político que en ese entonces dirigía los destinos de
este país.
La primera de ellas, se derivo después de una de las
matanzas colectivas más grandes de las que se tenga memoria en México. La noche
del 2 de octubre de 1968, Zabludovsky inició su noticiero con la normalidad con
la que lo hacía y expresó una de las frases más controvertidas de su carrera: “hoy fue un día soleado”; con lo que no
solo negaba sino que además ocultaba lo que estaba ocurriendo en Tlatelolco,
cuando miles de estudiantes se habían reunido para manifestar su desacuerdo con
las políticas educativas, de seguridad y de represión que el gobierno de
Gustavo Díaz Ordaz ejecutaba; lo que no sería retomado por otros medios como la
radio y la prensa, en los que se alegaba que el movimiento había sido sofocado
debido a que aquellos jóvenes se encontraban armados y tenían como deseo echar
abajo los Juegos Olímpicos que estaban a días de iniciar y que tendrían como
sede inaugural a la Ciudad de México.
Se refiere en comentarios y escritos, que al día siguiente
el presidente Díaz Ordaz reclamó a Jacobo Zabludovsky el hecho de que durante
la transmisión de su noticiero, éste último usase una corbata negra que fue
interpretada por el mandatario, como un símbolo de luto por los hechos
acontecidos. Por tal motivo, Zabludovsky afirmó que el uso de ese accesorio en
dicha tonalidad no era dirigido a lo ocurrido, sino que formaba parte de su
vestir desde hace muchos años.
Aunado a ello, durante el tiempo en que el noticiero estuvo
al aire, jamás se ofreció un espacio para aquellos personajes que formaban
parte de la oposición al gobierno que se mantenía en turno en el poder. Tales
situaciones trajeron como resultado que, el periodista que se suponía tenía que
informar sobre la realidad social que vivía el país, fuera retratado como un
personaje que servía a la censura periodística a la que estaba acostumbrada el
gobierno, siendo señalado como vocero oficial no solo de Díaz Ordaz, sino
también de otros presidentes como lo fueron Luis Echeverría Álvarez, José López
Portillo, Miguel De la Madrid Hurtado e incluso el propio Carlos Salinas de
Gortari.
En segundo lugar, durante los setentas surgieron otras
figuras sobresalientes dentro del periodismo mexicano, quienes se avocaban a
dar seguimiento a los diversos sucesos que eran ocultados por las autoridades
dentro de los diferentes niveles de gobierno, emitiendo con su labor las
versiones reales de tales eventos. Entre dichos personajes se encontraban
Carlos Monsiváis, Miguel Ángel Granados Chapa, Vicente Leñero y el
recientemente fallecido, Julio Scherer.
Este último, era el dirigente principal de El Excélsior,
medio informativo por el cual se seguía una línea crítica respecto al gobierno
de Luis Echeverría; por lo que en una estrategia para acallar dicha voz y la de
sus colaboradores, el mandatario formó un grupo de cooperativistas y convocó a
una asamblea para, en primer lugar anunciar que Julio Scherer sería removido
del puesto dentro de ese diario y en segundo término, establecer de una vez por
todas al que sería el nuevo director general del referido periódico.
Justo esa noche los periodistas nombrados anteriormente
fueron expulsados de las instalaciones, mientras en su noticiero Zabludovsky
daba a conocer que el cambio que se había llevado a cabo en el personal de El
Excélsior se debía a una asamblea que se realizó conforme a lo establecido en
la normatividad de la empresa y agregó, que además se habían hallado armas en
las oficinas de Julio Scherer las cuales tenían como origen directo, a un grupo
de guerrilleros nicaragüenses con los que supuestamente el ya removido director
general, tenía relación.
Dos vidas unidas por un común denominador: el periodismo. Dos
vidas antagónicas; Zabludovsky silencioso, instrumento gubernamental de aquel
entonces, fiel al servilismo del poder institucionalizado. Scherer, vocero de
la realidad social y política del país, sirviente de la verdad, personaje crítico
y objetivo, sin tapujos... y no obstante, ambos referentes de la comunicación
en nuestro país.
Scherer partió primero. Zabludovsky le alcanzó apenas hace
unos días; pero de aquella imagen con la que hemos relacionado a Jacobo muchos
se acuerdan mientras otros más ignoran el sentido que le dio a su vida una vez
que abandonó la empresa que le dio sus mejores años.
Octavio Paz expresaba en la obra que ya hemos citado al
inicio de este escrito, que la historia es la única alternativa que tenemos
para explicar el origen de nuestros fantasmas pero, advierte el mismo autor;
solamente podremos esclarecer esa parte y no más. No obstante, siguiendo en las
palabras del Premio Nobel de Literatura, el deber de enfrentarse a ellos
corresponde únicamente a cada uno de nosotros. Es así que la historia solamente
es la herramienta que nos ayudará a entender los rasgos que revisten nuestro carácter
y que de alguna forma, nos permitirá reconocerlos, aislarlos y finalmente
denunciarlos. Y por último señala dicho escritor: “somos los únicos que podemos contestar a las preguntas que nos hacen
la realidad y nuestro propio ser”.
Quizá Zabludovsky tras su salida en el año 2000 de la
televisora que le dio sus mejores años pero asimismo le proporcionó la imagen
que hemos descrito anteriormente; reconoció que era el momento oportuno para
dar vuelta a la página, para escribir un nuevo capítulo de su vida sin importar
la brevedad del mismo pero enfilándose a un solo objetivo: un último
arrepentimiento antes del último suspiro.
Jacobo Zabludovsky entonces comenzó a escribir algunos
libros y se enroló al trabajo radiofónico, desde donde se levantó de la
oscuridad en la que por décadas había dejado que entrara a su mente y a sus
palabras, a su instrumento más poderoso para comunicarse, a su voz y a sus
ideas; con el objetivo de dejar atrás todo aquello que lo había atado y en
consecuencia, renovar tanto su interior como su exterior como si se tratase de
un ave fénix que se ha levantado de las cenizas para renacer con mucha más
fuerza, ímpetu y dedicación a la labor que él mismo había enaltecido hacía
mucho tiempo.
Llegaron oportunidades de trabajo para él, como colaborador
en la cadena llamada ESPN para que hablase de algo que hasta ese momento
desconocía: el deporte. Tuvo el privilegio de laborar junto a dos de los miles
de pupilos que aprendieron de su vida, como lo fueron Heriberto Murrieta y
Fernando Schwartz para cubrir eventos como los Juegos Olímpicos de Londres en 2012,
cita en la cual daba a conocer por medio de sus comentarios los secretos de la
historia, de la cultura y del estilo de vida que se llevaban a cabo en aquella
ciudad.
Asimismo, participó con dicha cadena en el Mundial de Brasil
en 2014, donde junto con Heriberto Murrieta creaban capsulas para entender al
país sudamericano más allá de su relación con el fútbol.
Finalmente y como si se tratase de una jugada del destino, Jacobo
colaboró por tercera ocasión con ESPN para que junto a Heriberto Murrieta,
dieran a conocer toda la información relacionada con un evento que al igual que
en la época en la que Zabludovsky conducía su antiguo noticiero y mostraba las imágenes
de la caída del Muro de Berlín, acontecimiento que ponía fin a la existencia de
la Unión Soviética y de paso a la Guerra Fría; hicieran lo mismo en La Habana con
un partido de fútbol entre la selección de Cuba y el NY Cosmos, evento que
marcaba simbólicamente la pauta para el reinicio de relaciones diplomáticas, políticas,
económicas y sociales entre dos países que permanecieron en discordia durante
más de 50 años debido al bloqueo que Estados Unidos decidió levantar en contra
del país caribeño.
Y desde aquel lugar, Zabludovsky enviaba un mensaje a todos
aquellos compañeros que habían colaborado con él durante sus años en el
noticiero que lo vio formarse, teniendo como esencia no la de un
reconocimiento, sino la de una despedida que unas semanas más adelante
sucedería.
Jacobo Zabludovsky, hombre excepcional pero al mismo tiempo
polémico, amante de los toros y del tango de Carlos Gardel; figuraba como aquel
niño que lee libros de historia y tiene siempre un comentario para cada evento
que suceda a su alrededor, como si dentro de su cabeza hubiera un poderoso
conector de ideas que le permitía relacionar un evento con cientos de
experiencias que él había vivido o que simplemente había leído en algún lugar.
Su muerte bien podría ser la pauta para cuestionar la labor periodística
de hoy en día, para reconocer el trabajo que los encargados de emitir la
información, realizan cotidianamente y aún a pesar de los peligros a los que se
enfrentan. Quizá la imagen de Jacobo siempre esté relacionada con su silencio
ante muchos de los eventos que lastimosamente dieron forma al carácter de los
mexicanos; pero al final también se requiere de personajes de dicha naturaleza
para que otros periodistas puedan tomar las riendas que a él le fue imposible sujetar
respecto a dar a conocer la verdad, para indagar en los más recóndito del
sistema e impartir información puntual, verídica y acorde a la realidad
existente en nuestro país.
Jacobo no olvidó su historia, al contrario hizo de ella el
arma para luchar de poco en poco con lo que él mismo había edificado años
atrás; se enfrentó a sus fantasmas y dio respuesta a algunas de las
interrogantes que su realidad y su ser le exigían... sin embargo, la vida no le
alcanzó para completar esa gran batalla; pero eso sí, se entregó a su labor
hasta el último de sus días y tal como él lo reconocía, tenía fuerzas para
disfrutar de la acción que se derivaba de su trabajo.
“Me dicen: ¿porqué no
te retiras? O ¿Cuándo te vas a retirar? Yo digo: pues si no soy torero. Los toreros
se retiran porque no pueden brincar la barrera a cierta edad, pero yo no brinco
barreras y todavía estoy en plena acción, disfrutando mi trabajo más que nunca”.
2015, Scherer y Zabludovsky se han ido. La responsabilidad
de ambos queda en el aire, la palabra espera ser tomada por quien desee llevar
la verdad, quien desee transmitir la realidad en todos los sentidos y hacer de
esa labor, no un medio para lograr el éxito o alcanzar la fama; sino tal y como
lo decía Albert Einstein: “aquellos que
tienen el privilegio de saber, tienen la obligación de actuar”.
Hasta pronto Jacobo.